25 enero 2011

Venta de Garage


Minificción "Venta de Garage"
Autor: Javier Reséndiz


—¡No, por favor! ¡No hagas eso! ¿Quién mejor que yo para procurarte fantasías y un mágico mundo en el acto?
—Lo lamento —le contestó Alicia al conejo—, pero ya estoy cansada de tus prisas y precocidades. Quiero calidad; y para lo que me das, prefiero al gato.

21 enero 2011

Mia


Poesía súbita "Mía"
Autor: Javier Reséndiz

Image Amanti by Bruno Bruni


Saberte frágil es mi pretexto 
Saberte fuerte es tu alivio 
Saberte sola es mi apremio 
Saberte bella es tu anzuelo. 
/ Y saberte mía... 
¡Dios! Lo que daría por saber  
que eres mía.


Ilustración: Amanti by Bruno Bruni
Si quieres conocer más obras de Bruno Bruni

18 enero 2011

La Botija


Cuento "LA BOTIJA"
Autor: Salvador Salazar Arrué
(Escritor Salvadoreño, 1899—1975)

Fotografía de Salvador Salazar Arrué

Relato incluido en el libro “Cuentos de Barro
del mismo autor.





José Pashaca era un cuerpo tirado en un cuero; el cuero era un cuero tirado en un rancho; el rancho era un rancho tirado en una ladera. Petrona Pulunto era la nana de aquella boca:

—¡Hijo: abrí los ojos; ya hasta la color de que los tenés se me olvidó!
José Pashaca pujaba, y a lo mucho encogía la pata:
—¿Qué quiere, mama?
—¡Ques nicesario que tioficiés en algo, ya tás indio entero!
—¡Agüén!...
Algo se regeneró el holgazán: de dormir pasó a estar triste, bostezando.
Un día entró Ulogio Isho con un cuenterete. Era un como sapo de piedra, que se había hallado arando. Tenía el sapo un collar de pelotitas y tres hoyos: uno en la boca y dos en los ojos.
—¡Qué feyo este baboso! —llegó diciendo. Se carcajeaba—; ¡Meramente el tuerto Cande!...
Y lo dejó, para que jugaran los cipotes de la María Elena. Pero a los dos días llegó el anciano Bashuto, y en viendo el sapo dijo:
—Estas cositas son obra denantes, de los agüelos de nosotros. En las aradas se encuentran catizumbadas. También se hallan botijas llenas dioro.
José Pashaca se dignó a arrugar el pellejo que tenía entre los ojos, allí donde los demás llevan la frente:
—¿Cómo es eso, ño Bashuto?
Bashuto se prendió el puro con toda la fuerza de sus arrugas, y se fue en humo. Enseguiditas contó mil hallazgos de botijas, todos los cuales “el bía presenciado con estos ojos”. Cuando se fue, se fue sin darse cuenta de que, de lo dicho, dejaba las cáscaras.

Como en esos días se murió la Petrona Pulunto, José levantó la boca y la llevó caminando por la vecindad, sin resultados nutritivos. Comió majonchos robados, y se decidió a buscar botijas. Para ello, se puso a la cola de una arado y empujó. Tras las rejas iban arando sus ojos. Y así fue como José Pashaca llegó a ser el indio más holgazán y a la vez el más laborioso de todos los del lugar. Trabajaba sin trabajar –por lo menos sin darse cuenta— y trabajaba tanto, que las horas coloradas le hallaban siempre sudoroso, con la mano en la mancera y los ojos en el surco.

Fotografía de un hombre arando

Piojo de las lomas, caspeaba ávido la tierra negra, siempre mirando al suelo con tanta atención, que parecía como si entre los borbollos de tierra hubiera dejando sembrada el alma. Pa que nacieran perezas; por que eso sí, Pashaca se sabía el indio más sin oficio del valle. Él no trabajaba. Él buscaba las botijas llenas de bambas doradas, que hacen “¡plocosh!” cuando la reja las topa, y vomitan plata y oro, como el agua del charco cuando el sol comienza a ispiar detrás de lo del ductor Martínez, que son los llanos que topan el cielo.

Tan grande como él se hacía, así se hacía de grande su obsesión. La ambición, más que el hambre, le había parado del cuero y lo había empujado a las laderas de los cerros; donde aró, aró, desde la gritería de los gallos que se tragaban las estrellas hasta la hora en que el guas ronco y lúgubre, parado en los ganchos de la ceiba, puya el silencio con sus gritos destemplados.

Pashaca se peleaba las lomas. El patrón, que se asombraba del milagro que hiciera de José el más laborioso colono, dábale con gusto y sin medida luengas tierras, que el indio soñador de tesoros racaba con el ojo presto a dar aviso al corazón, para que éste cayera sobre la botija como un trapo de amor y ocultamiento. Y Pashaca sembraba, por fuerza, por que el patrón exigía los censos. Por fuerza también tenía Pashaca que cosechar, y por fuerza que cobrar el grano abundante de su cosecha, cuyo producto iba guardando despreocupadamente en un hoyo del rancho, por siacaso.

Ninguno de los colonos se sentía con hígado suficiente para llevar a cabo una labor como la de José. “Es el hombre de jierro –decían—; ende que le entró asaber qué, se propuso hacer pisto. Ya tendrá una buena huaca...”.

Pero José Pashaca no se daba cuenta que, en realidad, tenía huaca. Lo que él buscaba sin desmayo era una botija y siendo como se decía que las enterraban en las aradas, allí por fuerza la incontraría tarde o temprano.

Se había hecho no sólo trabajador, al ver de los vecinos, sino hasta generoso. En cuanto tenía un día de no poder arar, por no tener tierra cedida, les ayudaba a los otros, les mandaba descansar y se quedaba arando por ellos. Y lo hacía bien: los surcos de su reja iban siempre pegaditos, chachados y profundos, que daban gusto:

—¡Onde te metés, babosada! —pensaba el indio sin darse por vencido—: Y tei de topar, aunque no querrás, así mihaya de tronchar en los surcos.

Y así fue; no lo del encuentro, sino lo de la tronchada:

Un día, a la hora en que se verdeya el cielo y en que los ríos se hacen rayas blancas en los llanos, José Pashaca se dio cuenta que ya no había botijas. Se lo avisó un desmayo con calentura; se dobló en la mancera; los bueyes se fueron parando, como si la reja se hubiera enredado en el raizal de la sombra. Los hallaron negros, contra el cielo claro, “voltiando a ver al indio embruecado, y resollando el viento oscuro”.

José Pashaca se puso malo. No quiso que nadie lo cuidara. “Dende que bía finado la Petrona, vivía íngrimo en su rancho”. Una noche, haciendo juerzas de tripas, salió sigiloso llevando, en un cántaro viejo, su huaca. Se agachaba detrás de los matochos cuando otiba ruidos, y así se estuvo haciendo un hoyo con la cuma.

Se quejaba a ratos, rendido, pero luego seguía con brío su tarea. Metió en el hoyo el cántaro, lo tapó bien tapado, borró todo rastro de tierra removida; y alzando sus brazos de bejuco hacia las estrellas, dejó ir liadas en un suspiro estas palabras:

—¡Vaya; pa que no se diga que ya nuai botijas en las aradas!...

14 enero 2011

En santas pascuas


Cuento "En santas pascuas"
Autor: Javier Reséndiz

Imagen de una casa destruida por el rio

La vida por acá era bastante tranquila... sí, patroncito. Ai como asté la ve, con tanto desfiguro y argüende, en esta población los únicos sombrerazos que se daban eran para espantar a las canijas moscas.

Pero aluego las cosas se pusieron bien feias... y entre tanto ir y venir, ya náiden pudo tener desahogo ni en sus mesmos sueños.

Sucede que el río se jartó de tanta cochina piedra que traiba atravezada en la panza, y un día de tantos se dejó venir en crecida. Echó espumarajos y arremolinadas, y sus retumbos no se aplacaron hasta que vomitó cuantipiedrita le estaba provocando malestar. ¿Quién iba a imaginarse que a causa de la granizada de piedras y piedrotas quedarían toitas las casas hechas pinole?

Ansina es patroncito, asté rebien que ha de saber que son cosas que suceden y que naiden se las espera, que éstas suelen traer consigo la tragedia y el llanto pa' quien menos se lo merece.

Ora mírelo asté, bien tranquilito y cantaor que se divisa. Mansito, mansito... como si de él no pudiera esperarse otra cosa más que cariños. Ora échele un vistazo a la gente; mírela cómo está toita revuelta, porque por dentro el río aún les sigue dando su revolcada. Andan como zombies a la hora de dar los pasos; pero eso sí, bien vivos y espabiladitos pa' echar brava por un catre, un plato o una silla que sacan de entre los despojos, porque entre tanta confusión y revoltura andan toitos perdidos, y naiden atina a saber cuál es su propia casa.

—¿Usted también perdió su vivienda, sus pertenencias?

—No patroncito, ¿cómo va asté a creer eso? Si así juera, por Diosito Santo que no anduviera ansina, de al tiro tan tranquilo. No... si el pleito no era conmigo ni contra mí. Lo que pasa es que yo hice una tratada con el río. Verá asté; me comprometí a que no andaría de amores con él y que entre nosotros no habría ningún tipo de piedritas, ni de las grandes ni de las chicas. Y él, por su parte, a que no descargaría sobre mí su amargura ni sus desilusiones por causa ajena. Y de ahí pa'l real, ¿viera asté qué bien nos hemos llevado?




Glosario:
Pinole: Dulce de cacahuate, en polvo, de origen mexicano. Por derivación, frases tales como "Como pinole", "Hecho pinole", se interpretan como "Destruido", "Hecho polvo", en el lenguaje coloquial de México.

12 enero 2011

Bliblioteca Digital


Invitación "Biblioteca Digital"
Autor: Javier Reséndiz

Imagen de una Biblioteca Digital

Imagen de Jaime Sabines


Pocos lo saben, quizá porque pocas veces lo digo, pero en mi panteón de autores (semi-dioses) favoritos, mantengo en un destacado altar a Jaime Sabines: Estrella Polar donde las haya. Para quien ya lo sabía y para quien recién se entera, esta entrada es para comentar y compartir lo siguiente:

Resulta que quise releer el poemario de Jaime Sabines, en parte por el gusto de adentrarme en sus aguas —entre ácidas y salobres— y en parte para transcribir sus poemas que más me gustan para compartirlos próximamente en la sección de "Autores Invitados". Pero ocurrió que, por una razón desconocida, el mencionado poemario había desaparecido de mi biblioteca. Busqué, pregunté y rebusqué, sin obtener éxito en lo que toca a desvelar su paradero. Hacer uso de la cartomancia, de la ouija y/o de los servicios de un clarividente me pareció exagerado, así que sólo me restó desear que estuviera en buenas manos, que lo cuidaran y que lo supieran apreciar.

Pero no por ello me di por vencido e inicié su búsqueda por web, torrent y eMule de forma simultánea. Si no podía tener el poemario en su estado físico, abrigaba la esperanza de recuperarlo cuando menos en su estado digital. A los pocos minutos ya estaba en posesión de él gracias a la intermediación del uTorrent, y aquí bien pudiera haber terminado la historia con un final feliz. Es decir, con el reencuentro de dos amantes que se abrazan conmovidos. Sin embargo, la búsqueda web arrojó entre sus datos un sesgo inesperado, también muy feliz, por cierto.

Entre los enlaces que ofrecía, estaba uno que apuntaba hacia un blog que, por su título, no prometía gran cosa en principio; pero, una vez que estuve dentro de ese sitio, no pude menos que recordar el refrán "A la suerte la pintan calva" y congratularme por haber pinchado en el enlace.


Imagen de Marta Guerra

El nombre del blog en cuestión es ¡Qué de cosas! y es administrado por una chica que a la par de atractiva me pareció inteligente y de mucha iniciativa. Se llama Marta Guerra y, junto con Pepi y Ana, elabora y recibe audio-libros, mismos que comparte y pone a disposición de quien los solicite, en ése y en otros blogs, así como indicaciones y herramientas para elaborar tus propios audio-libros, todo ello sin ánimos de lucro. Y aunque el tema de los audio-libros no me es preponderante (quizá haya a quien sí y decida convertirse en contertulio y/o visitante asiduo del lugar), me encontraba de plácemes por la sencilla razón de que también comparte los libros en su versión Word y PDF.


Imagen del Popular Programa de Conversión CALIBRE

Fue así que pude hacerme de la versión digital de algunos libros que, por falta de tiempo, no había podido leer y que aguardan a ser abiertos algún día. Ustedes dirán, "¡Pero si ya los tienes, para qué bajas los PDF?" y la respuesta es muy simple: un libro no se puede meter como tal al iPod, pero un PDF, debidamente procesado y convertido a EPUB sí, y no sólo uno, sino muchos otros, !una biblioteca entera si lo deseas!, con lo cual se acaba el pretexto de no poder leer por falta de tiempo. Gracias a ese artilugio y con toda comodidad se pueden aprovechar los tiempos muertos, y leer mientras aguardo en la fila de un banco, por ejemplo, o durante mis trayectos en metro, o cuando hago antesala, o cuando, disfrutando de un café, espero en el restaurant a la persona con la que tengo cita.

Imagen del lector de libros electrónicos STANZA

¿Que los beneficios de lo anterior tienen su contraparte?, pues sí, ni duda cabe. Los libros no requieren de batería, para empezar. Por otra parte, la comodidad visual no es la misma cuando se lee desde una pantallita (por grandes que sean siempre resultan pequeñas) que cuando se lee desde la fuente misma y, sobre todo, se pierde uno de la oportunidad de hacer nuevas, inesperadas y, en ocasiones, gratificantes amistades. ¿Cómo así?, pues sí, así como lo oyen! (lo leen).

Más de una vez, por no decir muchas, al verme embebido en el libro que me sustrae del mundo que me rodea, y al fijarse tanto en el título como en el autor del mismo, no ha faltado quien interrumpa mi lectura y se explaye con entusiasmo sobre el citado libro, sobre su temática o sobre el autor, al tiempo que me miran con beneplácito por considerar que han encontrado en mí a su alma gemela (en lo que toca a la literatura, aclaro).

Ocurrió así, por ejemplo, mientras hacía antesala en el edificio donde se coordina la investigación en salud a nivel nacional de mi país. Me encontraba totalmente absorto y con la nariz metida entre las hojas de un libro cuando, una hermosa voz femenina, me sacó de la abstracción. Resultó ser una fanática de Carl Sagan y, aquél libro —El Cerebro de Broca—, era uno de sus favoritos.


Imagen de portada del libro El Cerebro de Broca

No es fácil encontrar a una mujer interesada en leer a Carl Sagan (que no esté ligada al mundo de la ciencia, me refiero), como tampoco es fácil que una mujer, además de guapa y poseedora de una hermosa voz se dedique a la investigación (sí, sí, no hace falta que me lo recuerden, todas las mujeres son bellas, se les note o no... caramba!), pero es aún menos fácil que una mujer, guapa e investigadora de la salud, se desentienda por completo de sus múltiples ocupaciones y retrase sus compromisos profesionales por el mero hecho de toparse con un soberano extraño que, como único mérito, sostiene entre sus manos un libro que le resulta conocido a ella.



No lo es, lo digo yo, y también puede decirlo cualquier bibliófilo que tenga por costumbre sacar a pasear sus libros (aunque, pensándolo bien, parece ser que como táctica no resulta tan mala, ¿eh?, y mira por dónde que apenas me voy enterando!).

Lo que inició como una metralla de preguntas a mansalva, al cabo de unos minutos recaló en una agradable charla que, como mínimo, me hizo el día y más agradable la interminable espera. Carl Sagan, ¡eres el mejor!

Como sea, y resumiendo:

Para aquellos que aún no lo han intentado, y para aquellos que ya lo intentaron pero se quejan de que existe muy poca oferta de libros electrónicos en español, ¡Qué de cosas!, y sus blogs hermanos, bien pueden ser el punto de partida para crear o acrecentar vuestra biblioteca digital. Los invito a que realicen la visita de rigor y a que decidan vosotros mismos. Para tal fin, aquí les dejo la dirección de la página del perfil de Marta Guerra, mismo que contiene los vinculos hacia el blog principal, y a otros tantos, donde se presenta y comparte el material que les he mencionado:

Página de perfil de Marta Guerra



Les dejo mis saludos y les deseo felices lecturas.