Poesía súbita "Como las aves"
Autor: Javier Reséndiz
Estaciones: Primavera
Esas que ves no son golondrinas que vuelven desde lugares perdidos Son mis besos, que al no encontrar tu boca como aves negrean el cielo buscando su nido.
Poesía súbita "Como las aves"
Autor: Javier Reséndiz
Estaciones: Primavera
Esas que ves no son golondrinas que vuelven desde lugares perdidos Son mis besos, que al no encontrar tu boca como aves negrean el cielo buscando su nido.
Poema "Ask me"
Autor: Javier Reséndiz
Si tú quisieras si yo pudiera si tú vinieras si yo estuviera
sí diría sí
sin importar lo que preguntaras sin importar lo que pidieses
en el increíble arrebato en el despertar de la pausa bajo el sol del desierto bajo el calor de la sábana
seré tu espacio serás mi alcoba amarraré mis noches soltarás mis amarras
sí diría sí
con los oídos abiertos con los ojos cerrados
arañando lo incierto sentenciando mi causa respirando tus pasos entregándote el alma.
Ilustración: Belle jar by Neil Moore
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Cuento "Amor de antes, amor de después"
Autor: Javier Reséndiz
Camila... la muchacha bonita, la hija de papi, la hija de mami, la joven piadosa, la mujer que no sabía amar, la niña que nunca se había deleitado con un beso francés, aprendió con el tiempo que la vida es muy corta y que hay que aprovecharla en algo más que rezos y liturgias.
Se vistió coqueta, se peinó de moño y hasta el altar llegó acompañada del amor ideal, como manda el evangelio. También, con el tiempo, aprendió que es más fácil querer al amor en la añoranza, que aguantarlo.
¡Ay, Dios mío! ¡Ay, de mí! ¿Por qué me concediste un animal y no un querubín?
Llegaron los hijos, vinieron los nenes, y la grácil cintura, la etérea figura, se vio sepultada bajo un ancho vientre de gruesos adobes y escondida tras un largo mandil.
Crecieron los chicos, se hicieron muy hombres. Trajeron sus propios vástagos y, con el infierno que estos desataron entre sus muebles, entre sus trastos y entre sus jarrones, Camila aprendió que la vida es muy corta y que hay que aprovecharla en algo más, y no sólo en librar batallas con infaustos demonios; aunque éstos fueran muy monos, aunque éstos no fueran malos, sólo socarrones.
¡Ay, Dios mío! ¡Ay, de mí! No me mires con esos ojos, diosito santo, que no soy mala, que sólo quiero ser feliz.
Compró pomadas, se pusó la faja, se quitó los chongos y quemó el mandil. Se metió al gimnasio, se tiñó el pelo, se pintó la boca, se rizó las pestañas y se polveó la cara con los colores de invierno; pues son los mejores para romper corazones…
…aunque estos sean muy viejos, aunque estos sean muy tiernos.
Se vistió de tacón alto, mallas ajustadas y bolso de mano para ir a la escuela. Medio aprendió el inglés, aunque pronunciaba un poquito mejor el francés. No con palabras, no con rituales de... «¡Hola, qué tal! ¿Cómo está usted?».
Sino con besos, sino con suspiros, de esos que hacen alarde de que no hay mejor noche que la de anoche: «y no saques la lengua, y vuélvele a dar, porque me encanta cómo haces esos giros.»
¡Olalá, Monsieur mon ami! ¡Que esto es vida! Y cuando muera, que las ofrendas me las traigan aquí.
Camila, Camilita... la Doña, la gran señora, aprendió con el tiempo que no son los claustros, que no son los pañales y que no es el marido de feroces rugidos, los ingredientes idóneos para acelerar el corazón y para catapultar la emociones.
Pero sí lo era, simplemente, ese bello torito: …ese nenúfar de rizos tupidos!
Ilustración: Daryl Banks
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