Minificción "Temet nosce"
Autor: Javier Reséndiz
1.- Cada paso que das en la oscuridad, te lleva hacia la luz que iluminará tu horror.
2.- “Soy una muñeca, la muñeca de cada uno de ustedes. Soy lo que ustedes quieren que sea [...] Soy su juguete... Háganme la pregunta que deseen pero de antemano les digo que la respuesta no será mía sino de ustedes.” (Vislumbres de la India, Octavio Paz).
3.- “No vienes a tomar una decisión, sino a entender por qué la tomaste.”
(The Oracle, Matrix).
Son las 4:30 de una tarde de verano. Tienes ocho años y dibujas una selva prehistórica llena de dinosaurios. Tomas el lápiz de color rojo y coloreas con él los ojos del Tiranosaurio. Te alejas unos centímetros y asientes. Sí, ese color le va que ni pintado.
Son las 11:10 pm. Estás en la calle, tienes veinte años y esperas en la oscuridad de la noche mientras aspiras la nicotina de un cigarrillo. Te recargas en la pared, levantas tu pie izquierdo y lo plantas sobre ella. Das una última calada y avientas lo que queda del cigarrillo. Acompañas con la vista su trayectoria. Va dando giros en el aire, pega en el poste de la luminaria, cae al piso y finalmente lo ves desaparecer por la alcantarilla. Hace frío, el cielo está limpio y se pueden ver todas las estrellas.
Nuevamente son las 4:30, en esta ocasión a.m. Tienes 53 años y dentro de treinta minutos sonará tu despertador. Pero el teléfono se le adelanta. Te saca de tus sueños el repiqueteo. Soñabas con malvas y con puentes sobre un río de color ámbar. Levantas el auricular y una voz burocrática te da el parte antes de que salga en las noticias matutinas. Tu hijo fue asesinado en un pleito de tránsito al poco de salir de un evento.
Miras la punta encendida del cigarrillo, pero no la ves a ella, lo que ves es uno de los ojos rojos de un Tiranosaurio hambriento y voraz que te tiene contra la pared y te vigila al acecho. Lo avientas y es tu vida la que miras desaparecer por la alcantarilla. El cielo está cerrado, nuboso. En tu mente timbra incesante el repiqueteo del teléfono y, cada que levantas el auricular, en lugar de exclamar ¿Aló?, preguntas ¿Por qué?
2 comentarios:
Dentro de treinta minutos comenzará el evento. Tendrá los otros nuevos 20 lápices de colores que pidió. Estás en la calle. Son las 4:30 de una tarde que va dando giros en el aire. Tienes 53 y hace veinte años que asesinaste a la voz burocrática. Suena el celular. Es tu hijo de ocho años que ha cambiado de opinión. Ahora quiere el Tiranosaurio.
Te recargas contra la pared. ¿Por qué los lápices no serán cigarrillos...?
Viga, exacto, exactísimo [cito]. Y es entonces cuando las voces se niegan en redondo a salir en tu auxilio. La boca se te reseca, la lengua se te atraganta y no logras exclamar nada, como no sean los roncos murmullos del aire que te asfixia nomás entrar. Sólo te resta confiar en el milagro de la transmigración y te le quedas mirando fijamente a los lápices, deseoso -anhelante- de verlos convertidos en tabaco y pitillos...
Malditas voces, nos abandonan en los momentos más críticos, porque esas faenas no están contempladas en su contrato colectivo.
Publicar un comentario