21 diciembre 2010

De nieblas y brumas


Poema "De nieblas y brumas"
Autor: Javier Reséndiz

Estaciones: Invierno

No sé si me enamoré de ti 
sólo por tener a quien decirle Te amo 
O si tus labios buscaron los míos 
/ por la sedienta ansia 
de tener una boca a la cual besar 
No recuerdo quién de los dos avanzó 
el primer te quiero 
Ni quién de nosotros, al poco de éste 
empezó a intuir el drama de la separación 
Pero a quién le importa 
si lo blanco se vuelve negro 
o si los aires de primavera se transforman 
en brisa otoñal 
En el helado destierro sólo cuenta el espacio vacío 
/ las horas que se desmoronan 
/ las gotas que se vuelven hielo...

01 noviembre 2010

Petatiux Guampire


Cuento "Petatiux Güampire"
Autor: Javier Reséndiz

Las piernas se le aflojaron al sentir la explosión y las consecuentes palpitaciones que irradiaban desde su parte íntima...


Imagen de una chica vampiro

Dicen que la suerte se la fabrica uno mismo. De ser así, el Cardenal creyó haberse fabricado una, y muy buena, al ir en pos de la criatura, después de comprobar que no era sólo un mito. Sabía que iba a enfrentarse con monstruo pero, monstruo o no, ese ser contaba con la facultad de liberarlo y de aplacar sus cómos, sus porqués y sus paraqués.

Hacía años que había descubierto que el férreo celibato, los ayunos, la oración y la penitencia, eran rieles del mismo camino en círculo que no lo llevaban a ninguna parte. Que hacer eso y leer ajados libros —infinitesimales partículas de una visión reducida— resultaba equiparable a dos medias mentiras que se retroalimentan entre ellas hasta inflarse y eregirse en una verdad absoluta, tan hueca y tan frágil como una pompa de jabón.

Por lo tanto, en su mente sólo quedaba espacio para dos conclusiones. La primera era que la verdad permanecía a cubierto: muy lejos de ser alcanzada. Y la segunda, que la religión y los hombres eran un par de ciegos, guiándose el uno al otro, ateniéndose a reglas y a códigos artificiales por aquello del puede ser o por si acaso, y que, como resultado de ello, se rema sin saber hacia dónde se va: si se avanza en una dirección cualquiera o si se quedaba estancado a pesar del desgaste. Ese era un martirio que ya no estaba dispuesto a soportar más.

Salvó la pequeña distancia que había hasta el batiente de lámina oxidada que hacía las veces de puerta y la abrió con suma precaución. La criatura que había venido siguiendo estaba parada detrás de ella, viéndolo de frente, con su oscura silueta recortada por la mortecina luz de la noche...

—¡Estúpido pedazo de mierda! No tienes ningún derecho de suplicarme, ni de exigirme que te enseñe cualquier maldita cosa. ¿De qué me viste la cara? ¿Acaso de maestro o de gurú? Si tuvieras los suficientes cojones ya habrías encontrado por ti mismo lo que tanto buscas y que desde siempre ha estado frente a tu vista. Pero no, no los tienes... porque a pesar de todo eres una polilla que se güarece en la oscuridad de mohosos libros, en lugar de vivir tu existencia al máximo, sin las restricciones moralinas que te autoimpones y que ciegan tus ojos y tu entendimiento.

Dicho esto, lanzó un escupitajo que se estampó sobre la túnica del Cardenal. Se dio la vuelta y se alejó de él, dejándolo arrodillado en el piso y con la cara entre las manos, convulsionándose por el llanto.

En ningún instante sintió la necesidad de voltear y echarle una última mirada. La empatía o la lástima por ese tipo de seres, era algo que había muerto dentro de sí en el momento mismo en que tomó plena consciencia de su Yo, y desde que, gracias a ese conocimiento, su verdadera naturaleza se desveló a sí misma, materializándose a partir de la vieja cáscara que enclaustraba sus facultades y su potencial de acción. En pocas palabras: hace mucho, muchísimo tiempo.

El Cardenal no era el primero ni el último hombre que llegaba hasta él. Resultaban un fastidio, pero un fastidio ameno a final de cuentas. Dejaba que cualquiera que lo quisiese pudiera encontrarlo con facilidad, e incluso había ocasiones en que él mismo los buscaba para confrontarlos; porque le divertía ver sus caras de desolación cuando se burlaba de ellos y de sus patéticos sueños de grandeza.

—¿Qué sería de mí sin estos momentos de diversión? Bien, por el momento ya es suficiente; pues hay otras citas por cumplir. ¿A cuál de ellas asistiré esta vez? —se preguntó, sin intentar contener la sonrisa de sarcasmo que afloró en su boca. Se chupó el dedo índice y lo levantó para que la brisa marcara el rumbo a seguir.

Se apeó del taxi que lo transportó hasta el aeropuerto y, como pago por sus servicios, le extendió al chofer una barra de oro puro:

—Toma buen hombre. Cómprate con esto una cerca nueva, para que no se escapen tus borreguitos en las noches de insomnio –exclamó con cara de seriedad. Cuando vio el gesto de asombro del interpelado, no pudo contener más la risa y se adentró a la terminal aérea entre carcajadas: —¡Ja ja ja ja!

Rebasó a todas las personas que estaban formadas en fila para abordar el avión. Cuando llegó a la altura del hombre al que le correspondía el turno, le arrebató los documentos, dejando que su mano siguiera la trayectoria hacia arriba y permitiendo que su cuerpo la secundara, para poder ejecutar una pirueta en el aire. Cuando hubo completado el doble molinete y tocó piso, realizó una genuflexión, sacó el pecho, extendió la mano izquierda hacia lo alto y, como remate a su espontáneo paso de ballet, con la mano derecha le entregó los papeles a la empleada de la aerolínea.

La señorita los revisó con cuidado y comprobó que, el rostro impreso en la fotografía pegada en el pasaporte, era idéntico al de la persona que tenía enfrente. Se los devolvió y le permitió el paso, obsequiándole con disimulo una coqueta sonrisa. Después de recibirlos y de inclinarse en un teatral acto de agradecimiento, le regresó los documentos a su auténtico dueño, quien había presenciado todo con la boca abierta.

En acto seguido, se dirigió hacia la nave para abordarla, dando saltitos y silbando alegremente —como si los pasillos de mármol fueran en realidad los senderos de un florido bosque—, pasando por los siguientes retenes sin mayor problema que en el primero. Cuando el avión estuvo por encima de la alfombra de nubes y él pudo contemplarlas desde su ventanilla, se puso a reflexionar sobre la naturaleza de su creador:

—No cabe duda de que, a pesar de los años, sigue siendo un niño; de lo contrario ya se habría suicidado y los dinosaurios aún seguirían reinando en este planeta —concluyó, completamente de acuerdo consigo mismo.

Después de exhalar lo que pareció un pequeño suspiro de añoranza, le vino a la mente el recuerdo de las ingenuas intenciones del hombre que dejó moqueando en tierra:

—Pobre diablo... le hubiera sido de más provecho dirigirse a los bosquimanos para que lo invitaran a bailar la danza del eland, o haberse exiliado en lo alto de un monte, llevando consigo una buena ración de hongos y mezcalina —bromeó para sí, y soltó una estentórea carcajada que le cortó la respiración a los demás pasajeros.

La aeronave lo depositó justo al medio día de una ciudad donde reinaba el calor. Al momento de salir de la estación, dejó caer la gabardina en el cubo de basura y momentos después sus pasos lo llevaron hasta un parque donde las francas risas de los chiquillos resonaban por doquier. Echó el tronco, la cabeza y las manos extendidas hacia atrás, para saborear el contacto de los rayos del sol, y enseguida tomó una de las veredas menos transitadas: disfrutando del paisaje, de los aromas y de los colores.

En una de las intesecciones del camino, descubrió sentada en una de las bancas al motivo de su visita en ese lugar. Se trataba de una joven de cabello castaño y bien peinado, quien, a través de las gafas de cristal antirreflejante, leía con avidez los apuntes de un experimento genético que llevaba tiempo desarrollando. El se detuvo, ladeó la cabeza y, por un momento, la contempló con la misma actitud de quien ve a una mascota realizar preciosas monerías.

Giró sobre sí mismo y su atuendo cambió al instante, para estar más acorde con el clima y la situación. Los rasgos de su rostro y de su cuerpo también se transformaron: los hombros se hicieron más anchos y la cadera más estrecha. La ensortijada cabellera se claró y se alisó, cayéndole por debajo de los hombros. Las pestañas se alargaron y los ojos tomaron un suave color azul, mientras que los labios adquirieron un tono más intenso.

Cuando los cambios cesaron, no necesitó de espejos para saber que su nuevo aspecto era el ideal para esa cita. Alzó la mano derecha hasta la altura del pecho y con ella braceó el aire. De inmediato, y de la nada, se formó un pequeño remolino que lanzó por todas partes las hojas de texto que la joven tenía sobre las piernas:

—¿Eh? —exclamó sorprendida por la ráfaga de aire que la golpeó. Hizo a un lado el cabello que quedó alborotado sobre su cara y vio con frustración los apuntes desperdigados por todo el piso. Cuando se inclinó para recuperarlos, su cabeza chocó con la de otra persona que hasta ese momento no estaba dentro de su campo de visión. A causa del golpe cayó de bruces al suelo.

—¿Te encuentras bien? —escuchó decir desde lo alto. Levantó la vista para ver quién le hablaba y se quedó impactada con lo que vio. Se trataba de un joven apuesto y bien vestido, pero no sólo eso. Por imposible que pareciera, su aspecto era idéntico al del muchacho que había creado en la imaginación y con el que fantaseaba por las noches.

—Creo que sobreviviré –aventuró avergonzada y entre sonrojos, sin atinar a decidir si sobarse la cabeza o su adolorido trasero, o si levantarse sin mayores preámbulos.

El extendió ambas manos hacia ella y se las ofreció junto con una sonrisa conciliadora:

—Permíteme ayudarte.

Ella accedió y, cuando sus manos tocaron las suyas, un vértigo la recorrió varias veces por todo el cuerpo, iniciándose en la espina dorsal para terminar retumbando en el vientre. Las piernas se le aflojaron al sentir la explosión y las consecuentes palpitaciones que irradiaban desde su parte íntima.

—¿Qué...! —exclamó, azorada por la repentina e inesperada experiencia.

Los brazos de él la sostuvieron para impedir su caída, y el rostro de ambos quedaron a pocos centímetros uno del otro.

—Gracias. No sé qué me sucedió.

—Pierde cuidado —respondió él, siguiendo el juego de las blancas mentiras—, son cosas que pasan. Quizá estabas tan concentrada en tu estudio que pasaste por alto que también debes comer de vez en cuando. Si es así, es lógico que tu cuerpo se haya debilitado y que te pida a gritos que lo alimentes —argumentó con amabilidad, para darle una vía de escape.

—Sí, puede que tengas razón... —asintió ella aliviada y preguntó: —¿Tú eres...?

—Caín... —adelantó él— puedes llamarme Caín.

18 octubre 2010

El tic tac no es mi enemigo


Poema "El tic tac no es mi enemigo..."
Autor: Javier Reséndiz

Image For Klimt by Tumanova Katerina (Belkina)

..., sino las Moiras, cuando se equivocan de hilo.

¡Calla,calla! 
Ponle fin a esta parodia 
A tu falsa bienvenida 
y a la suavidad con que me tocas 
Deja de fingir que entre nosotros existe un lazo 

Tu sola presencia marchita los almendros 
y tu voz oscurece la claridad del día 
No te necesito, no quiero oírte 
susurrando a mi oído el destino final 
de nuestros labios 

¡Vete! 
¡Calla! 

No corrompas los versos enamorados 
la candidez de las palabras 
la sustancia de los besos 
el rubor de la mirada 
    / la fruición de los abrazos 

Mira bien que soy el múltiplo 
de la suma de cuanto queda 
No confundas con debilidad de espíritu 
a la humildad de mis deseos 
o a la sutileza de mi canto 

¡Vete! 
¡Calla! 

Mi vida va y seguirá su marcha 
deslizándose por precipicios 
escalando montañas 
abriendo veredas 
desplegando su alma 
      / empujando a este barco 

¡Calla entonces, calla! 

No pretendas como tuyo el clamor de los aplausos 
Finaliza tu charada 
Sobre la arena ningún nombre se ha escrito 
No el mío, no aún 
Vete ya, Tánatos. 

Ilustración: Tumanova Katerina (Belkina)
Si quieres conocer más de Tumanova Katerina (Belkina)



Poema publicado originalmente en el blog Todas las ventanas, bajo el seudónimo de "Wlf".

Como las mismas hojas

Poesía súbita "Como las mismas hojas"
Autor: Javier Reséndiz

Estaciones: Otoño

El sol se viste de naranja 
Su color favorito 
¿Por qué no sopla el viento? 
Desde lo alto la flor se desprende 
No hay redes/ y va cayendo... 

13 mayo 2010

De la ficcion a la realidad


Artículo "De la ficción a la realidad"
Autor: Javier Reséndiz

Image Logo de ficticia.com

"Ficticia, ciudad de cuentos e historias. Prohibida la entrada a poetas..."

Aún hoy me pregunto si esa prohibición explícita (aunque nunca puesta en práctica) fue la razón para que mi vela se decidiera a circunnavegar y terminara por recalar en el otro extremo del universo.


Ficticia, ficticia, ay, ficticia... Vuelves a mí, como vuelven los trinos tras el invierno, como vuelve a la mente el recuerdo de la mujer amada, al percibir un aroma parecido a su perfume flotando en la brisa, o como vuelven de golpe el sudor de los sueños trasnochados, la pulcritud de las sábanas intactas, las ilusiones vencidas y los monstruos bajo la cama.

Quizá sea así, porque así deba de ser. No de balde me adentré en sus calles y merodeé por sus callejones, donde las emociones y las pasiones se exaltan al cobijo de la oscuridad, y no de balde mi alma se quedó prendida de sus plazas y avenidas, de sus turistas y de sus habitantes, al punto de quererla mía.

El título de ciudadano ficticiano todavía permanece indeleble bajo mi piel, cual tatuaje grabado a fuego, a menos de un palmo de mi corazón. Probablemente ese sea el motivo por el cual en ocasiones salta de alegría y, en otras, se ve embargado por la nostalgia, a causa de los tiempos idos. Esta es una de esas ocasiones, y ello como resultado del reciente reportaje que escribiera sobre Ficticia Sandra M. Hernández Flores, a quien cariñosamente acostumbro nombrar Sandy.

Sandy es una Licenciada en Comunicaciones que, si bien no se equivocó de vocación, estuvo un poquito falta de tino a la hora de elegir el campo donde desarrollaría sus actividades profesionales (siempre se lo he dicho); pues debido a la tersura de su acento, a la sensual calidez de su voz y a la frescura de su risa, desde el primer instante debió establecerse en la radio y apoderarse de un micrófono para no dejar que se lo arrebataran jamás. Seguro estoy de que, sin importar cuales fueren las notas del día, al escucharlas de su boca resultarían más amables para nuestros oídos y nos crearían menos pesadumbre cuando fueran trágicas. Ni qué decir cuando fueran alegres y nos dejaran rebosantes del optimismo que le imprime a todo lo que ella hace.

Image Sandra M. Hernández Flores

Oriunda del norte del país y orgullosamente mexicana, ha deambulado también por las calles de Ficticia y actualmente colabora como reportera en el diario digital Extra de la Laguna (www.extradelalaguna.com.mx), para el cual realizó el reportaje que les mencioné más arriba y que lleva el título homónimo de "Ficticia, ciudad de cuentos e historias" (pags. 6 y 7).

Para quienes deseen enterarse de su contenido (y posiblemente reconocerse en sus letras), aquí les dejo el enlace para que descarguen la versión PDF del diario digital: Archivo PDF

Y para aquellos quienes la conocen y estén de acuerdo conmigo acerca de que debería estar tras un micrófono, los animo a que se lo hagan saber por medio de sus comentarios o a través de mensajes que pueden escribirle utilizando el formulario de CONTACTO (localizado en la parte superior de esta página), mismos que le haré llegar con todo gusto.

Saludos, y hasta la próxima.

11 enero 2010

Poetas al microfono


Invitación Poetas al micrófono
Autor: Javier Reséndiz



¿Qué es la música, sino un poema susurrado, y qué es la poesía, sino la música conque arrullamos nuestros sueños?


Poesía y Música, la combinación natural por excelencia



Imagen de microfono y radio, localizada en la pagina https://crisei.blogalia.com/historias/54274


"Y ahora, a continuación, cedemos luces y micrófonos a nuestro amigo poeta (nombre del nervioso personaje, quien punto del desmayo espera su turno tras bambalinas), por favor recibámoslo con un fuerte aplauso y dejemos que nos deleite con sus más recientes versos...! ¡Clap, clap clap!"


¿Cuándo fue la última vez que te presentaron así o anunciaron tu nombre de tal manera? ¿O a caso nunca te ha sucedido, a pesar de ser tu sueño?

Conmigo ocurrió hace eones (gracias a la intervención y buenos oficios de Emma Lejarazu, activista y promotora de las artes en todas sus expresiones, que fue quien lanzó la convocatoria y reunió a un nutrido grupo de poetas, escribientes y aventureros de la imaginación, dentro de las locaciones de un museo en ciernes), tantos, que prácticamente ya había olvidado tal evento.

Pero la vida da muchas vueltas y la madre Tierra, por fortuna, no deja de procrear mecenas que velen por aquellas pequeñas grandes cosas que le hacen más llevadero el sufrimiento (¿de qué otro modo podría soportar, con más o menos buena cara, la contaminación, la sobreexplotación y el calentamiento global?).

Uno de estos mecenas encarnados responde al nombre de José Antonio e hizo el favor de ponerse en contacto conmigo para ofrecerle a los interesados, es decir, a cuanto poeta y/o artista independiente con entusiasmo que lea o escuche de la presente convocatoria, los micrófonos y el estrado de su local, para que muestren su quehacer y hagan de su arte un derroche entre la concurrencia y los parroquianos en general:

"Javier Tengo un espacio acondicionado para bar-cafetería y está disponible para poetas y artistas independientes.
El espacio tiene la misión de difundir la buena música (en cualquiera de sus expresiones) así como las artes escritas, visuales, etc. (siempre combinándolas).
En la página hay un correo para que algunos colegas tuyos se pongan en contacto conmigo.
Gracias y seguimos en contacto
José Antonio."

Logo de El Sa-Son Cultural


Cabe destacar que el local de José Antonio se encuentra ubicado en la Ciudad de México y que por ende les resulta más accesible a los defeños y a los residentes de la zona conurbada; pero que ello no obsta para que los demás se sientan excluidos, sobre todo si se encuentran en las inmediaciones por trabajo o turismo.

Todo lo que tienes que hacer es acercarte a la página El Sa-Son Cultural, localizar el vínculo de "Contacto", hacer clic sobre él para enterarte de la dirección del local y utilizar el vínculo de correo que aparece ahí mismo para escribirle a José Antonio e informarte y/o ponerte de acuerdo sobre los pormenores de fechas, horarios y etc.

También puedes clicar sobre el vínculo "Croquis" para desplegar el mapa de localización y que de esa manera te resulte más fácil ubicar el emplazamiento desde tu punto de origen.

Una vez hecho lo anterior, estarás a días, horas e, incluso, a pocos minutos de ser tú quien, con manos sudorosas y con los textos bajo el brazo, permanezcas expectante mientras te anuncian y mencionan tu nombre, invitándote a pasar al estrado... :)

Imagen de lectura, localizada en la página http://lectomania.educared.pe/2008/03/la-compresion-lectora-y-la-mot.html




Feliz Año y la mejor de las suertes.

PD: No olvides practicar tanto tu dicción como tu entonación. Recuerda que no es lo mismo escribir que declamar.