Minificción "Otros tiempos"
Autor: Javier Reséndiz
E
n los tiempos de María Soledad habían tres premisas, de las cuales, dos, eran las más importantes: ir a misa los domingos, no permitir que las sábanas amanecieran manchadas de sangre —si se era soltera— y no aporrear al marido en caso de descubrírsele infiel.
También había una nutrida reglamentación sobre las buenas costumbres, además de prohibiciones impuestas por la “Liga de la decencia” a toda mujer honorable, pero por sobre todo a las casaderas. A saber:
Las medias de seda sólo estaban bien para las putas, cachondear en la mesa —relamiendo la cuchara al tiempo de lanzarle furtivas miradas al caballero en cuestión— también sólo era correcto en caso de ser puta y ni qué decir sobre fantasear acerca de obtener placer durante el coito, pues eso, redundando, sólo era cosa de putas.
Y aunque en su pueblo no hubo sino hasta mucho tiempo después una casa de citas, cuántas vírgenes y no vírgenes había en esos tiempos, sí señor, que lo hubieran dado todo por adelantarse a la inauguración y sentir por las noches como una puta.
Ilustración: Katerina Belkina
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